Los campos de la Administración y la Economía no son independientes, autónomos, neutros ni objetivos respecto del mundo de las relaciones de poder, la política y los intereses en conflicto. La idea de que existe esa independencia, que forma culturalmente parte del sentido común, es una de las proposiciones que debemos desnaturalizar, discutir y demoler, si queremos repensar un mundo más justo.