Resumen
Yo me hice, con el tiempo, una máquina de escribir.
Yo me hice, al escribir, una máquina del tiempo.
Yo me hice tiempo al escribir.
Yo me hice, escribo, tiempo.
Leemos, leemos y leemos. Por hábito, por profesión, por defecto, por angustia, o porque en realidad no sabemos hacer otra cosa. Pero no siempre esas lecturas producen un verdadero acontecimiento intelectual que toma el cuerpo y afecta, transforma el pensamiento y produce una alegría infnita que exige además ser transmitida, contagiada, comunicada de algún modo. De allí la escritura insistente, siempre ejercida en modo singular. Aquello me ha pasado muy pocas veces, pero creo que podría anotar algunos hitos que han marcado mi vida y escritura en momentos puntuales: (i) cuando entendí que el sujeto no era el yo en Lacan, (ii) cuando entendí la lógica paradójica del acontecimiento en Badiou, (iii) cuando me encontré con la escritura de sí en Foucault, (iv) y ahora con la beatitud y la vida verdadera en Spinoza.