Resumen
- Un librito de Jean-Claude Milner, que es en realidad una larga entrevista, se titula Claridad de todo. De Lacan a Marx, de Aristóteles a Mao. No es que sea pretencioso el título elegido por los editores, sino que es directamente un desatino de cabo a rabo. Sí era pertinente tal claridad en el anterior, que resulta sumamente enriquecedor e instructivo: La obra clara. Lacan, la ciencia, la filosofía…, pues refería allí a la posibilidad acotada de transmitir el pensamiento lacaniano bajo ciertas coordenadas epistémicas de inteligibilidad (desde el primer clasicismo vinculado a la lógica estructural del significante, hasta la deconstrucción que propicia la topología del nudo borromeo y el sinthome). Pero no puede haber claridad de todo porque no hay Todo y eso, como buen lacaniano, Milner lo sabe. Solo puede haber claridad, acaso, y si uno ha trabajado lo suficiente en pos de ello, respecto de lo que nos afecta, el deseo, y se declina siempre en singular. Diría entonces, tomando un giro reflexivo: no claridad de todo, sino claridad de lo que me afecta en singular. La claridad, acotada en función del deseo despejado y el afecto que moviliza, es lo que permite iluminar el juego común en torno a la producción significante. Es decir, cómo ingresar a la escena o teatro de operaciones críticas (ontológico y político, ético y epistémico) que nos constituye, para arrojar sobre el final un saldo de saber irreductible en su valor de uso. […]
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