En un brutal estado de shock, todo aquello que constituía los basamentos que organizaban la propia existencia de las carreras de Producción y Gestión Audiovisual, así como de Producción y Desarrollo de Videojuegos, está en peligro. Ya no es posible formularse las preguntas sobre el qué y el quién, sin agregar el cómo, con qué, para qué. En medio de un ataque arrasador al sector público de la cultura, se provoca un reseteo institucional, presupuestario e ideológico, que constituye en sí mismo una obligada transfiguración. Un volver a pensar qué carreras producimos para qué perfil de estudiantes, para qué ámbito social y cultural. El ataque a la cultura lleva en su interior, de manera acrítica y salvaje, una puesta a punto tecnológica y social que despuntó sin que podamos pestañear en los días de la pandemia: la consagración de la vida digital y virtual. Pero el riesgo de una actualización tecnológica forzada es la expansión de corporaciones transnacionales que intentan gestionar las emociones de las multitudes, al tiempo que agudizan la desigualdad económica. En ese marco, el rol del Estado en sus diferentes niveles, el lugar de los sindicatos, gremios y asociaciones profesionales del arte y la cultura, la función de las productoras culturales pequeñas y medianas de capital nacional y de toda la regulación pública que llevó décadas construir están bajo asedio. Los medios públicos fueron prácticamente a desguace. Las condiciones de producción del cine argentino están siendo desmanteladas. Las universidades nacionales están siendo asfixiadas. El sistema científico y tecnológico aparece cuestionado y jaqueado por una lógica mercantil que se allana sin filtros al mundo arrasador de aquellas corporaciones sin bandera, en un desborde tecnofascista del cual será difícil emerger y, en tal caso, será necesario producir una reconfiguración del espacio formativo.
[Extracto del Editorial]