Resumen
La espectacularización de la sociedad es correlativa de la industrialización del mundo simbólico. Producción y recepción de sentido son integrados de manera progresiva –aunque no sin conflicto ni contradicciones– a circuitos de producción y consumo de mercancías. La mercancía no se limita a la distinción de un vínculo social/económico. Que algo sea mercancía define su identidad, características, naturaleza. Un automóvil, en cuanto mercancía, no es tanto ni solamente un medio de transporte, sino un símbolo, un relevo de la subjetividad, una posesión narrativa, una referencia identitaria, un pasaje transitorio por todo ello: cambiante, efímero y obsolescente. El consumidor recorre un trayecto vital, habitado por la relación capital/trabajo y su ubicación dentro de ella, trayecto durante el cual se producen transacciones mercantiles que, lejos de limitarse al proceso de producción y consumo, definen las tramas de la experiencia vital. A la vez, el lenguaje cotidiano, político y cultural de que disponemos para hablar de todo ello en el plano de lo público no nos habilita a un registro colectivo en el que identifquemos en forma explícita el reconocimiento de lo que acontece. Todos los autores autorizaron esta nueva publicación.