Resumen
Escribir es siempre una provocación. En principio, dirigida a la que sostiene la lapicera o, en este caso, a quien teclea las letras y mira las palabras en la pantalla. Eso hago en este momento y, mientras, vuelvo atrás con el cursor para reemplazar el pronombre quien (“… sostiene la lapicera”) por la (“… que sostiene”) pienso que la escritura siempre me ha ayudado a producir un pensamiento que no existía del mismo modo antes de empezar el escrito.
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