Resumen
La belleza suele tener un efecto adormecedor. Su poder de captura de las impresiones, de los sentidos, modera y aletarga cualquier juicio contrariante. Todo se obnubila ante la belleza, hasta tornarla un sedante. Brasil vive en ese estado; su belleza es esa capa que lubrica y dulcië ca incluso lo intolerable. No es inconciencia, ni siquiera pereza: es un velo gozoso que impone esa naturaleza privilegiada y que distrae los días, hasta eternizar el tiempo de demora de cualquier atisbo de justicia social. Brasil muestra al mundo que puede organizar un evento a escala planetaria y ser un lugar de confraternización cosmopolita y juego limpio. Pero no es esto último. No hay juego limpio en la política brasilera y cualquier observador externo, luego de restregarse los ojos, podría percibirlo.