Lo prometido es deuda
Publicado el 28-11-2019
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Vignale, S. (2019). Lo prometido es deuda. BORDES, (14), 85-91. Recuperado a partir de https://publicaciones.unpaz.edu.ar/OJS/index.php/bordes/article/view/559
  • Silvana Vignale

Resumen

“¿Qué le sucede al hombre endeudado durante la crisis?
¿Cuál es su principal actividad? La respuesta es muy simple: paga”

Maurizio Lazzarato

La idea de una deuda a cien años ya era, en sí misma, siniestra. Hoy, nos encontramos a pocos días de entender que el neologismo “reperfilamiento” no es otra cosa que la constatación de que Argentina se encuentra en situación de no poder cumplir con los vencimientos de la deuda, y que remite a la reestructuración de los plazos hacia adelante, pero sin quita de capital e intereses, es decir, a un “default controlado”. Ante esto, se nos presenta tan evidente aquello que sostenía Nietzsche: que la deuda en un momento se vuelve infinita, impagable, y que es la herramienta más eficaz que se ha desarrollado para volver al hombre “gobernable”.

Hay un acontecimiento en la lengua que revela la relación entre la deuda y la moral: la palabra “culpa” y la palabra “deuda” comparten en alemán el morfema “Schuld”, como Friedrich Nietzsche lo mostró en La genealogía de la moral (1887). Pero también en inglés el verbo “should” alude al deber, y el sustantivo “shoulder” a los hombros, donde se lleva la carga. Al mismo tiempo, hay muchos giros y palabras en nuestra lengua que expresan la relación entre la promesa y la deuda: la palabra “compromiso”, por ejemplo, es de uso cotidiano para referirse a las promesas de pago, es decir, a las deudas; la expresión “lo prometido es deuda”, que usamos cuando cumplimos con nuestra palabra y que revela de modo explícito la relación. En efecto, la deuda se encuentra asociada íntimamente a la capacidad de hacer promesas. Pero también es intrínseco a la deuda el hecho de que se vuelva impagable, o que se pague con la existencia toda: que la deuda se vuelva infnita es algo que solamente puede explicarse desde una genealogía moral: la relación acreedor-deudor –como ya lo sabía Nietzsche– es fundadora de nuestra conciencia moral, al punto que se ha internalizado como norma la circunstancia de terminar pagando quienes no han contraído deuda alguna.[1]

 

[1] O en palabras del poeta persa Omar Kheyyam, del siglo XI: “Pretender que el humilde devuelva en oro el plomo que a él le han arrojado, y exigirle que pague una deuda que nunca con nadie ha contraído, es comercio de usura al que nadie está obligado”. Kheyyam, O. (1975). Rubaiyat. Barcelona: Plaza & Janés Editores.  

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