Resumen
Un viernes, en la tarde, fnalizando el curso universitario, estábamos en la Plaza Agramonte –Plaza central de la Universidad de la Habana (UH)–, sentados en aquellos bancos de mármol y tanta historia, como si el tiempo no pasara y la vida estuviera detenida: vida estudiantil parsimoniosa. Yo era dirigente estudiantil y me la pasaba en la universidad de la mañana a la noche, haciendo, gestionando, planeando, en reuniones de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) o similares. De pronto, entre los pocos que quedábamos sobre el sopor de la primavera-verano y la sombra de los jagüeyes, rodó un murmullo, nos paramos y miramos hacia el edifcio de Rectoría, justo en su centro, entre las columnas romanas de los antiguos edifcios universitarios emergió una fgura
en uniforme verde olivo, gesticulaba y conversaba como contando una historia.